A puro movimiento

Con el habla y las celebraciones llega otro inmenso logro: ponerse de pie y comenzar a caminar. A partir de ahora el juego y el movimiento cobran nuevas dimensiones. Desde esta nueva posición, todo se ve diferente. Los parques y espacios se abren como una inmensidad que invitan a ser recorridos y explorados. Los pequeños desafíos de alturas, para escalar y trepar, se vuelven grandes hazañas.

Poco a poco irán descubriendo su cuerpo y las posibilidades que les brinda para trasladarse, saltar, girar, bailar, estar en el agua, decir si hace frío o calor. Podemos acompañar nombrando cada parte del cuerpo y señalándola, rolar sobre el pasto, subir toboganes, y darles la confianza y la seguridad que son cuidados y protegidos mientras investigan rincones y horizontes.

Encastres, mamushkas, baldecitos de grandes a pequeñitos, maderas y bloques apilables, son buena compañía para los momentos de juego adentro, más tranquilos, con menos expansión. Todo lo que esté guardado en las alacenas y muebles a su altura, como recipientes plásticos, manteles y coladores, probablemente se conviertan en los juguetes preferidos.

De las personas adultas depende que, desde sus primeros pasos, niñas y niños por igual tengan tiempo para descubrir las dos grandes cualidades del juego para su edad. Así, uniendo lo pequeño, lo interior, la quietud y la destreza de todos los dedos de las manos, con las manchas de barro, pelotas y los primeros traslados sobre ruedas en “pata pata” o triciclo.