Amoros límites y mucha paciencia

Cuando llevamos al bebé sobre nuestro pecho iniciamos el camino de un vínculo profundo, a través de los poros, los aromas, la respiración, el pulso del corazón, la voz. Ahí, bien cerquita, se escriben los primeros capítulos del espacio interpersonal. Con nuestra propia historia, con nuestras huellas identitarias, con nuestras cicatrices, con el alma a flor de piel. Mamás y papás, por igual, podemos crear esta instancia de magia y asombro con el pequeño ser en devenir. Porque también nosotras y nosotros estamos deviniendo, nos vamos haciendo, en la maternidad, paternidad y en la crianza.

No sabemos cómo es y cómo será. O sabemos cómo no queremos que sea. O somos expertos lectores sin experiencia. Lo cierto es que se abre un camino de descubrir en el andar, en esa única combinación alquímica entre seres que se están conociendo.

Cuanto más podamos conocernos en profundidad, cuanto más hayamos sanado nuestras heridas, cuantas más veces hayamos enfrentado con coraje a nuestros miedos, con mayor entereza, integridad y honestidad podremos observarnos en el reflejo de las niñas y niños pequeños.

Abrazar, mimar, acariciar, dar la mano. Conocer y reconocer. Sostener la mirada, observar y sentirse vistos. Con tacto y contacto dibujaremos las mejores obras de arte de toda la humanidad.